sábado, 5 de octubre de 2013

Ceuta y la Guerra de la Independencia

Antonio Carmona Portillo, 9 de Junio de 2011. La ciudad de Ceuta no sufrió durante la invasión de España por las tropas imperiales de Bonaparte las inclemencias del desastre de una guerra, tal como ocurriría en otros puntos de nuestro País, como Zaragoza, Gerona, etc. Nuestra ciudad pronto se adheriría a la Junta Suprema creada en Sevilla y participaría, desde la retaguardia, en la lucha por expulsar al invasor.

Diversos cuerpos de ejército que estaban de guarnición en Ceuta, fueron a combatir a los franceses a bordo de los mismos barcos ingleses que habían protagonizado el bloqueo a la ciudad norteafricana durante la guerra contra Inglaterra. La intervención del regimiento Fijo de Ceuta en las batallas de Villanueva de la Reina, Mengibar y, finalmente, en la mas famosa de todas, Bailén, fue factor probatorio de con qué facción de los que luchaban en España se había alineado nuestra ciudad.

Pero a partir de 1810, el signo de la guerra cambió radicalmente para los españoles. El propio Napoleón, con su grand armé,  de más de 250.000 hombres se presentó en España para acabar de una vez por toda con la resistencia española, centralizada en la guerrilla y los ejércitos leales a Fernando VII. 

Pronto el general Sebastiani pasaría Despeñaperros y sometería casi toda Andalucía con escasas dificultades, salvo una pequeña resistencia que se opuso en Málaga y la tenaz defensa de su asedio que protagonizaron los habitantes de Cádiz. Dueño los franceses del sur de España, salvo Cádiz, controlaban sus aguas, impidiendo los ataques que los ingleses, aliados ocasionales de España, llevaron a cabo contra las costas andaluzas.


Por otro lado en Ceuta se refugiaron todos aquellos que se vieron obligados a huir de la represalia francesa, por haberse distinguido como antifranceses y patriotas. Es conocida la presencia en Ceuta de los duques de Medinaceli, los marqueses de Ariza, Villanueva, etc., así como población anónima procedente de localidades como Tarifa, Algeciras, Estepona, etc.

Defensora de la integridad de España, Ceuta va a continuar aportando hombres y dinero a la guerra, así como refugio para las tropas aliadas frente al imperialismo napoleónico. En este sentido es conocida por muchos, gracias a la investigación de don Carlos Posac, la presencia en nuestra ciudad de un destacamento inglés, al mando del general Alexander John Fraser (después Lord Saltoun) y procedente de Gibraltar. Las familias de estos soldados también se establecieron en Ceuta. La mayoría eran católicas y aquí bautizaron a un número considerable de hijos, mientras que los nacidos en el seno de familias protestantes eran inscritos en la King´s Chapel de Gibraltar. Menos conocida es, sin embargo, la aportación que hizo Ceuta a una de las intentonas inglesas por conquistar Málaga. 

La Junta de Defensa de Cádiz se había percatado de que la mejor manera de mantener el sitio y evitar la toma de la ciudad por los franceses, era llevar a cabo una táctica de distracción, mediante ataques esporádicos a algunas localidades andaluzas que obligasen a los sitiadores a distraer tropas del cerco gaditano. Uno de ellos fue el planificado contra Málaga, cuyo puerto, a decir de los informadores españoles que llegaban a Gibraltar, estaba bastante desguarnecido.

El general Colin Campbell, confió esta misión a Andrew Thomas Blayney, oficial británico de familia noble, de origen galés, pero establecida en Irlanda. El 10 de octubre, se le dio  la orden de estar dispuesto para la misión secreta y tomar cuatro compañías del regimiento nº 89 de Su Majestad, compuestas por 300 hombres de infantería de línea y 500 desertores alemanes, poloneses e italianos. Con estas tropas debía presentarse Blayney en Ceuta a dónde debía unírsele el regimiento español de Toledo. Ese mismo día se presento lord Blayney en el navío de Su Majestad, Topaze, convertido en buque insignia de la expedición. Desde allí dirigió una proclama a los habitantes de Málaga para que estuvieran prestos a levantarse contra sus ocupantes, según le habían asegurado que harían si llegaba a la ciudad un destacamento militar inglés.

El día 11 de Octubre de 1810, por la mañana, la escuadra levó anclas y se dirigió hacia Ceuta, pero el poco aire que hacía no le permitió fondear hasta por la noche, y Blayney no pudo poner pie a tierra hasta el otro día. De inmediato puso en aviso al general Frasser de su llegada, rogándole que activase el embarque del regimiento español. Por la mañana Blayney  se presentó ante el gobernador de Ceuta, don José María de Alós y Mora, quien, informado de su misión, le me prometió toda la ayuda posible. 

Blayney era un militar avezado y perspicaz y pronto se daría cuenta de que los españoles de Ceuta tenían gran prevención contra los ingleses, por cuya razón el general Frasser había tenido el cuidado de quitar todos los cañones de la ciudadela del Hacho en dónde había alojado a sus tropas. El embarque de las tropas españolas se terminó por la mañana, después de lo cual Blayney visitó varios buques de transporte y encontró a los españoles muy descontentos de las provisiones que se le habían distribuido. Por lo visto, los capitanes habían seguido demasiado rigurosamente la disciplina y les habían servido carne aunque era día de ayuno, lo que había molestados a las autoridades civiles y, especialmente, religiosa de Ceuta. Blayney, como buen irlandés y, por consiguiente, católico, comprendió esta situación y reflexiona en su diario, escrito después de su cautiverio en España a manos de los franceses, que el buen sentido debería haber hecho proceder de otra manera a los capitanes de los buques.


En realidad la expedición carecía de un cuerpo de ejército medianamente entrenado. Pues solo el regimiento de Toledo estaba bien uniformado y parecía compuesto de hombres más disciplinados que la mayoría de los soldados españoles. Blayney felicitó a su coronel por el buen aspecto que presentaban sus tropas y le preguntó si poseían todos los objetos necesarios. La respuesta fue afirmativa, pero conociendo la inconcebible negligencia de la intendencia militar española, Blayney no creyó deber otorgar una ciega confianza a sus discursos. Habiéndose informado más exactamente del estado de sus armas y municiones, encontró un déficit de 148 fusiles, además de que nadie tenía el número justo de cartuchos. Escribió inmediatamente al gobierno español y le hizo observar que era imposible distribuir municiones, porque los cartuchos ingleses no servían para las armas españolas. Le respondieron muy cortésmente enviándole lo que pedía; en cuanto a los fusiles que faltaban, dio de los suyos, con cien cartuchos para cada hombre.

Después de que hubo facilitado todas las instrucciones al coronel español, la escuadra levó anclas y partieron de Ceuta rumbo a La Península. En la noche del 13, el capitán Hall, de la Marina Real, que mandaba un destacamento de chalupas cañoneras, subió a bordo. Llegaba de Gibraltar y traía cartas de Su Excelencia el vicegobernador. El capitán Hall creía en la posibilidad de tomar Málaga por sorpresa, fundando su opinión en los informes recibidos en Gibraltar, que aseguraban que los cañones del muelle malagueño habían sido retirados. Propuso el bombardeo de la ciudad por los buques hacía el levante, mientras las tropas desembarcadas atacarían al enemigo por el lado del mar. Sin embargo al general Blayney, según afirma en sus “memorias de un prisionero inglés”, no tenía mucha confianza en el servicio secreto español, por lo que decidió la toma de Fuengirola, a la que creía más desguarnecida. Pero en esto también se equivocaron los espías al servicio de los patriotas y en el intento de tomar su fortaleza, Blayney cayó prisionero de los franceses, siendo trasladado primero a Málaga y luego a Francia, dónde permaneció hasta el final de la guerra. Así terminó esta aventura del general inglés Blayney que partió de Ceuta el día 12 de octubre de 1810.

Amdrew Thomas Blayney

Nació en el castillo de Blayney, en el condado de Monaghan, el 30 de noviembre de 1770. Recibió una educación francesa. En 1784, la muerte de su hermano mayor hizo de él el onceno par de esta rica familia que desde 1612 disfrutaba, por merced regia, su título e inmensos dominios.

Comenzó su carrera en el regimiento nº 32, pasando después por los números 41y 89. En 1795 su regimiento fue enviado  las Indias, y en 1798 compró el puesto de teniente coronel del regimiento nº 89, con el que estuvo en Irlanda. En 1799 formó parte de la guarnición de Menorca, conquistada para Carlos Estuardo. También tomó parte en la campaña de Malta, Egipto y participó en la campaña contra la independencia de los Estados Unidos. En 1810 pidió destino a España, a donde es enviado, formando parte de la guarnición que defendía Cádiz. Cayó prisionero en Fuengirola y estuvo en Francia desde 1811 a 1814 y cuando volvió a Inglaterra publicó su diario. El 8 de abril de 1834 murió súbitamente en París, no dejando más que un hijo con el que se extinguió la dignidad de par, pues murió sin descendencia.