El 14 de agosto de 1415 Don
Duarte y Enrique el Navegante tomaban la ciudad de Ceuta para la corona de
Portugal. Para ellos, se trataba de una extensión de la Reconquista, finalizada
algunas décadas antes que la española.
La historia de Ceuta discurre
paralelamente a la de los reinos cristianos de la Península. Fue una plaza de
comercio fenicio que pasó a manos romanas en el año 40 d.C. y desde entonces ha
estado vinculada comercial y demográficamente con sus vecinos de la costa
mediterránea española. Ceuta cuenta con una importante basílica tardorromana
del siglo IV, que prueba una penetración del
cristianismo similar a la del resto de Hispania. Con la dominación visigoda,
Ceuta siguió vinculada a la Península e incluso durante la invasión musulmana seguiría vinculada al califato de Córdoba, a la taifa de Málaga o al reino
nazarí de Granada.
En 1415 Enrique el Navegante la
conquista para Portugal y durante más de un siglo en la ciudad norteafricana se hablará
el portugués, hasta que Felipe II impone sus derechos sobre la corona vacante
de Portugal e incorpora el reino a la Monarquía Hispánica. Con la adhesión, Ceuta
se convertirá en plaza española y en 1640, al independizarse de nuevo Portugal,
la ciudad demostraría por qué merece el nombre de «Noble, Leal y Fidelísima».
Los habitantes de Ceuta decidieron que preferían seguir siendo españoles, así
se votó y así tuvo que ser reconocido por Portugal, pese a que la ciudad
conserva en su escudo y en su bandera las armas del país luso.
Ceuta pertenece, pues, a España
desde 1580 a
través de la corona portuguesa y desde 1640 por anexión directa a la corona
española. Por su territorio han pasado los mismos pueblos que por la Península
Ibérica y rara vez ha estado bajo dominio de alguna fuerza africana.
Otro tanto
ocurre con Melilla, que al igual que Ceuta pasó de ser puerto fenicio a romano
para luego oscurecer, durante la dominación musulmana. En 1497 el duque de
Medina Sidonia la encontraría derruida y abandonada por las guerras entre las
tribus berberiscas y la recuperaría para los Reyes Católicos, desembarcando con
nocturnidad y levantando una fortaleza con vigas prefabricadas ensambladas a
toda velocidad. Cuando los caldeos se dieron cuenta, tenían a sus espaldas toda
una ciudad fortificada que nunca más volverían a dominar.
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